23 de octubre de 2018

Anoche no, pero antenoche tuve uno de esos sueños de estos últimos días (no necesito que Silvia, me diga en alguna de mis sesiones muy espaciadas de dónde vienen, lo entiendo perfectamente) en los que estoy perdida en un lugar que no conozco. Esta vez es por tomar un colectivo A cuando era el B o algo por el estilo. Y cuando termina el recorrido no aparece el lugar que yo espero... y cuando pregunto el camino, me señalan una vía que parece las callejas de Nápoles, abigarradas, llenas de gente, un mundo completamente distinto, un mundo que me da miedo recorrer porque no es de mi dimensión. Pregunto por el colectivo que no tomé, el que sigue hasta donde voy. Me señalan la autopista que pasa por encima de mi cabeza (porque ahí no hay cielo). No se me ocurre volver con el que ya tomé y retomar atrás. Me despierto. Después de eso, vino el poema. Por ahora es esto:
Sueño de octubre
Estás perdida,
me dice el sueño.
El colectivo me lleva
por calles que no conozco.
No veo lo que espero
por las ventanillas.
Termino en una plaza seca,
redonda, bajo el rugido automático
de una autopista.
Todo es viejo ahí,
todo es detalle,
todo está lleno de una vida
ajena a mí, segura,
indiferente.
Y yo soy yo,
soy tímida.
Así que hago planes,
claro.
Hago planes
y me fallan
uno tras otro.
Pregunto,
me obligo a preguntar.
Por allá,
dicen,
por las vías.
Yo miro
y el lugar me asusta.
No quiero irme
por ese camino
estrecho, oscuro,
inusitado.
El colectivo,
pienso.
Tampoco:
el que no tomé
por error,
pasa arriba,
dicen,
y señalan
ese techo
inalcanzable
de autos, de ruido,
de cemento.
Estás
perdida,
me dice el sueño.
Y después, bruscamente,
me suelta
en este mundo otro,
el de los días,
en este espacio de octubre
que no me sé tampoco.

No hay comentarios: