6 de enero de 2011

Fragmento de El año de la vaca
(Una novela sobre desaparecidos, premiada por ALIJA, Editorial Sudamericana)

ANDRÉS

Yo la odiaba, la odiaba igual que Javier. ¿Cómo no la iba a odiar? Era tan... No sé, me daba miedo hasta mirarla. Miedo y rabia. Siempre tenía los ojos brillantes y húmedos, como si estuviera a punto de llorar pero uno sabía que no estaba triste, es más hasta hace dos o tres días, yo creía que jamás la iba a ver llorar. Yo no la entendía; en el fondo, sigo sin entenderla. A pesar de Claudia, digo Inés. Tampoco, me acostumbro a ese cambio de nombre. Pero a la Vaca, la odiaba.Sí, fui yo el que el puso el sobrenombre. Javier dice que fue él pero él siempre cree que fue él en todo. No es cierto. Se me ocurrió a mí, en una excursión que hicimos a Palermo. Estaba aburrido y de pronto, la vi caminando adelante, con Laura, como siempre, porque desde el principio Laura fue la única que la aguantaba, bah, pensé, Esa nueva es una vaca.No, no es gorda. Eso no. Es... no sé, no es el cuerpo aunque es cuadrada y tiene una cara como ancha y esos ojos marrones y como tristes. No es el cuerpo, es la forma de caminar, de moverse. Aunque corra, siempre da la impresión de que va despacio. Todo lo que hace es “despacio”. Como tranquilo. Aunque nunca entendí cómo podía estar tan tranquila. Al principio, nadie la quería. Laura sí, pero Laura no cuenta. Y uno no puede estar tranquilo si no lo quiere nadie así que a mí, esa falta de nervios me ponía los pelos de punta. Hasta cuando movía los brazos para acomodarse el pelo, me ponía los pelos de punta. Pero claro, yo no sabía nada entonces. No entiendo cómo no me di cuenta antes. Bueno, no sé, por ahí, si pienso para atrás, me parece que yo sabía y que no quería darme cuenta.

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