14 de noviembre de 2012

Anteúltima clase en Ezeiza. Me costó llegar al centro nuevo, tanto más verde, más..., no sé, amable en cierto modo aunque no del todo. Y salí por el costado, caminando junto a la cerca altísima de alambre, por un camino en el que no había nadie, nadie. Fue..., casi como caminar por otro planeta.


Las chicas me sorprendieron. Las tres sabemos que se termina... y eso está en el aire, es una especie de color que lo tiñe todo. Nos abrazamos con más fuerza cuando me voy... Y en ese momento nos acordamos más.

Poemas. Hablar de los poemas es más fácil porque se hace casi palabra por palabra. Yo me sentí feliz cuando después del primero, ellas empezaron a interrumpirme y decir lo que les parecía a ellas.

En algún momento, se coló (siempre se cuela) lo que es estar ahí. Trabajar ahí. Tener que pedir permiso para todo. Los cambios de cama y de celda, cada uno más difícil que el siguiente. Las cucarachas y las ratas. Y el tiempo. Que tienen de más y no tienen, eso que Peltier dice siempre: que estar ahí es como no tener presente, solamente un pasado anterior y tal vez, un futuro.

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