3 de febrero de 2014

Una historia de vida que no voy a olvidar, contada en la puerta de la Pousada, Barro Santo Antonio, muy cerca del Pelourinho, un lugar perfecto, una casa antiquísima, siglo XVII y bien cuidada. Una de las personas que atendía era uruguaya y nos habíamos comunicado muy bien... Nos la encontramos en la puerta donde había salido a fumar. Y nos pusimos a charlar. No sé cómo llegamos a eso pero..., ahíestábamos: contó que se había mudado a Brasil, Porto Alegre, primero y que no tenía nada. Nada de nada y no estaba legal. Realmente tenía hambre. Comparó el hambre en serio y el hambre de los que como yo, decimos "me muero de hambre, no como desde las 8 y son las 12"... Y su hijo tenía hambre. Y ella no sabía qué hacer y pensó en hacer alfajores de maicena, uruguayos (acá no alfajores). Pidió prestados los ingredientes (tenía uno solamente, o dos, no me acuerdo), y pidió 10 reales y vendió 30 y volvió con 30 reales y pudo comer y después de eso vivió del alfajor durante dos años... Y después, lo dejó pero ya las cosas anduvieron mejor. Lo contaba con la voz tranquila que da la distancia en el tiempo, los ojos claros... Y yo sentí que la historia iba a quedarse conmigo. Con todas sus preguntas alrededor.

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