13 de agosto de 2015

Lluvia, lluvia, lluvia y más lluvia. Lluvia en invierno, lo peor para mí porque la de verano no me molesta para nada, si el aire es blando, el agua también. Espero a Odi en la gran puerta de Constitución sobre Hornos. Creo que nunca me quedé tanto tiempo sin moverme en ese lugar. Anochece despacio, se nota que la primavera está cerca. Miro pasar a los que vuelven en tren. Muchos. Me gusta hacer eso. Tratar de buscar caras o gestos, y contarme sus historias. Esta vez no lo logro mucho. Hay un vendedor de alfajores que grita lo que vende y lo hace con una energía y una voz hermosa, sin cansarse, Lo miro y le sonrío. Después, pienso que hice mal, que por ahí cree que voy a comprarle. Pero él me sonríe solamente y sigue con lo suyo. Dos venden paraguas. Una chica baja de una combi y entra en la estación corriendo bajo la lluvia. Tiene un pelo hermoso, renegrido, como siempre me gustó y ojos cansados. Me imagino a mí misma volviendo por esos mismos escalones millones de días, millones de veces. Es mi estación y siempre que entro me parece hermosa, enorme, conocida. Una casa por la que vuelan las palomas.

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