28 de junio de 2016

Anoche..., me dormí tranquila, bien, después de El joven Montalbano que me hace reír, más que nada eso (es difícil para mí reírme y me río así, con series que no son de humor pero lo rozan), y de pronto, un sueño. El peor en mucho, mucho tiempo. Un segundo fue, menos, pero a diferencia de muchas pesadillas en las que sé que estoy soñando y hago fuerza para despertarme, anoche me la creí toda. Era una ola. Solamente eso. El peor, el peor de los lugares del mundo: estar frente al terror máximo para mí y terminar justo debajo cuando rompe. Era enorme. Y vi el rulo del espanto sobre mí y cerré los ojos y pensé, me dejo llevar..., no sé, voy a ahogarme. Caí, caí y era evidente que estábamos muy alto. Pensé voy a estrellarme contra el piso de piedra, de arena y entonces, me di cuenta de que estaba respirando. Ahí lo supe: era un sueño. No sé por qué no me sometí a eso. Por eso no veo ni leo ni me acerco a ningún género cuyo objetivo sea "dar miedo".
Cuando lo supe, respiré una vez y me ordené despertar, como hago siempre que sé que eso es un sueño. Y entonces, ahí estaba, el corazón desatado, en mi pieza. Eran las 5,41. No sé por qué lo soñé. Sé que sigo asustada. Por eso lo escribo, es una forma de exorcizarlo. La escritura es eso, tantas veces...

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