26 de enero de 2017

Roma. De las capitales de Europa q conozco, lejos, mi favorita con Lisboa..., eso sí. La encontré más llena de carteles y negocios, en eso, más... antipática y fina pero no. Sigue siendo como me gusta: ruidosa (de nuevo las diferencias, tengo una amiga a la q le encanta el silencio... a mí me es intolerable), enquilombada, deliciosamente desordenada. Llegamos el 31. Esa noche, las chicas, con las q nos reencontramos después de como 10 días, fuimos a ver un espectáculo gratis de fin de año en el Circo Massimo. Tomamos el subte y caminamos con muchos v otros x las avenidas llenas de gente hacia ese óvalo vacío y de pronto, todo -las luces, los árboles altos tocados x rayos azules de lámparas, las charlas, las risas y sí, hasta el frío, para mí espantoso- me hizo sentir Erin una película de Fellini. Ah, y aclaro, Fellini me vuela la cabeza. El espectáculo no era lo q creíamos que habíamos ido a ver, tenía q ver con acróbatas q hacían su magia de vuelo arriba Erin grutas gigantescas. Todo era exagerado, bello, barroco, surrealista. Y volver más, caminamos cuadras en medio de las v gente hasta una estación de subte donde nos dejaran pasar sin boleto xq no funcionaban las máquinas. Y de nuevo todo era puro Fellini... Va la foto.

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