23 de febrero de 2017

Una anécdota breve del martes pasado. Yo volvía de Puán a Constitución en un colectivo (bah, había hecho algo en el medio), me senté donde pude, en el último asiento junto a dos hombres que charlaban. Sentarme era importante para mí, lo es últimamente, no me banco mucho parada aunque viajo horas así. Uno de ellos, el que tenía bien cerca, hablaba de los bolivianos. Decían que son de cuarta, que no hay que dejarlos entrar, que qué pensarían ellos si fuéramos a trabajar nosotros a Bolivia, que era bueno que hubiera más control. Aguanté un rato. Si fuera lo que no soy, valiente, tranquila, si supiera cómo, me hubiera puesto a explicarles, aplaudo a los que pueden hacer eso..., a los que lo consiguen... Como no sé hacerlo y sé que termino a los gritos de la indignación, me cambié de asiento apenas se bajó alguien y supe que llegaba. El hombre se bajó en Constitución, conmigo...

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