15 de septiembre de 2017

Hoy era el cumple de mi viejo... Casi nunca me acuerdo de eso pero este año, de golpe, sí. Nació en 1911. Tendría más de 100... y en el 11 no lo pensé.
Era mayor (45) cuando me tuvo, bastante más años que mamá. Lo recuerdo enseñándome el nombre de los árboles, recuerdo el momento exacto en que me di cuenta de que estaba deprimido y las palabras que me dijo (lo estuvo casi toda la vida pero yo tuve una infancia feliz y no me daba cuenta o sí y no al mismo tiempo), recuerdo la enorme felicidad que tenía en los viajes, igual que mi vieja, recuerdo cómo le gustaba laburar en lo físico y por eso, ir en carpa (yo odiaba ir en carpa porque no me gustaba y no me gusta lo físico, el esfuerzo, y eso nos separaba bastante, yo era indeciblemente fiaca para él y si nos comparamos, supongo que lo sigo siendo). Recuerdo su entusiasmo por la ciencia y cómo le costaba entender que yo no tenía ningún interés en eso, que en algún sentido me era completamente indiferente saber por qué se caen las cosas y qué es un musgo o ese tipo de cosas... Era un gran lector, recuerdo eso, de literatura, digo... pero sé que hubiera querido que yo estudiara ciencia. Recuerdo su sentido de la medicina, la forma en que se entregaba a los pacientes sin dinero de por medio (mi hermano menor es igual que él en tantas cosas, en eso por ejemplo). Lo recuerdo enseñándome los nombres de los árboles y manejando mil kilómetros seguidos en los viajes. Lo recuerdo llevándome a ver a una ginecóloga para que yo supiera cómo no quedarme embarazada a los 17, 18..., antes tal vez, con mi primer novio serio porque era muy, muy abierto en eso igual que la vieja. Recuerdo su tristeza y recuerdo claramente la última vez que lo vi, como se recuerdan siempre las últimas veces aunque en ese momento no supiéramos que lo eran. Creo que esa última vez fue la última en que tuve a mis viejos enteros, a los dos. Mis viejos con quienes yo me llevaba muy, muy bien y a quienes extraño mucho, porque después de eso, mi vieja empezó a irse (le llevó muchos años pero empezó a irse ahí, yo lo sé). De pronto, cuando ya es de noche, me acuerdo y el día da un salto y cambia. Debe ser la sombra de la casa que fue de él, su consultorio en Banfield y mi casa toda la vida, esa casa que estamos desarmando. Raro..., acordarse así de pronto cuando no festejo ese cumple desde el 89. Cuando yo tenía seis años le regalé mi primer libro escrito en cartón con dibujos de revistas, un cuento espantoso que fue mi primer ensayo...

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