30 de noviembre de 2017

La muestra de Ai Wei Wei. Bueno..., lo que me suele pasar con el arte conceptual..., lo entiendo (pero necesito la explicación) y lo entiendo en la frente, no más abajo. O sea..., no me mueve. Lo lamento, es así y no me refiero a Ai Wei Wei en particular, no, sino a casi todo el arte conceptual. Por eso, yo digo siempre: hay gustos, sí. No hay nada que hacer. Si no hay emoción, yo no disfruto. Me gustaron:
-la serie de armarios de bellísima madera en la que, si uno se asomaba, veía las fases de la luna. Yo me asomé sin que me lo explicaran y vi el movimiento, lo extraño de las sombras y las formas..., no la luna.
-el mapa de China en madera también bellísimo. Ese sigo sin saber si significa algo pero Era un objeto bello.
Pero hay cosas que me enojaron: las fotos del jarrón de 1000 año destruido por él. Tan..., tan provocación que no me llega. Y lo de las semillas, fabricadas y pintadas una por una, en un campo arado... Lo único que sentí fueron ganas de pisarlo (no lo hice, eso lo afirmo). O sea..., me alegro de haberlo visto, es una introducción de algo que no hubiera visto sin esa invitación. Y eso es todo. Lo que me emocionó, como siempre me emociona, es la visión de la Vuelta del Riachuelo ahí, una tipa bella, dos jacarandáes. El trasbordador al fondo.

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