27 de noviembre de 2017

Más allá de la tristeza, este fin de semana terminamos Peaky Blinders. Raro lo que me pasó con esta serie (de la que ya hablé en algún momento). En un principio, no me decía gran cosa, parecía de las que no me gustan: todos uno peor que el otro, nadie con quien identificarme. Pero me fue ganando porque lentamente, a lo largo de tres temporadas (que no terminan, sin duda debe haber una cuarta), se va volviendo otra cosa, una cuestión de clase social... Y eso me interesa. No es que haya a quien defender, los "buenos" que a mí me gustan, o hasta me resultan necesarios, no es eso. Pero queda bien claro donde están los horribles. Queda bien claro. La reconstrucción de época (1919 al principio, después un poco más, década del 20), impecable y maravillosa; las actuaciones, excelentes, como corresponde a los ingleses; los diálogos, algunos, inolvidables. La música y el manejo del sonido en general, impresionantes (años que no veo algo así en una serie). La verdad es que, salvo el primer capítulo de la tercera temporada, horrendo, no sé por qué, al final, me gustó mucho.

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