19 de diciembre de 2017

Ayer, una amiga y yo tomamos examen y después de comer algo, nos fuimos al Congreso. Era un día hermoso. Hace cuatro años (para usar uno de mis números favoritos), yo habría sentido esa ferocidad dulce que siento en las marchas, ese estar viva. Lo sentí al principio. Con fuerza. Vimos pasar las columnas grandes que venían x Rivadavia. Aplaudimos cdo pasó Tomada. Charlamos. Yo me mantenía en comunicación con las chicas, que estaban más atrás. Después, vimos corridas. Por Paraná empezó a pasar hacia Mitre la Cámpora. Nos fuimos con ella. Dos o tres sentían miedo y al final decidimos seguir a Corrientes. Pero la ciudad entera estaba tomada. En Corrientes, tomamos cerveza (ellos) y soda (yo) y miramos la tele. Después apareció Gendarmería. Salimos a la vereda. La gente les gritaba asesinos. Aplaudí con otros. Eran muchos y tenían perros. Recordé el odio a los perros en la literatura sobre esclavitud. Después me fui a casa. Estaba totalmente agotada. En mi barrio no hubo cambios cacerolazo pero supe que sí en la plaza. Y ahí vino otra vez la alegría feroz, la sensación de que para ellos, los que viven de la miseria de otros, eso también es una derrota. No había dormido nada. Dormí 10 horas. Me desperté cdo la aprobaban.

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