18 de diciembre de 2017

De nuevo, cuando el poema es nuevo tiene errores. Le falta camino, trabajo. Pero hoy es hoy y por eso, lo pongo.

Las plazas de diciembre

Hoy hay una línea
que corre
entre los senderos
y los árboles
como una mecha de pólvora
encendida.
De un lado,
el hambre y la furia
(porque las dos
van juntas).
Del otro,
ojos que miran hacia dentro
o, cuando se atreven al afuera, solo
hacia los espejos,
que dicen siempre yo y siempre dicen plata.
De uno,
hay un vacío
blanco y serio,
un desierto sin manos
ni ventanas;
una llanura
de billetes quemados,
de monedas blancas.

Hoy, las calles se abren
en sangre
y gritos
y balas.
Después, la mentira,
claro. La cámara.
La imagen
retocada.
Pero yo estuve ahí,
yo vi
la línea.
La vimos muchos.
La mentira
no la tapa,
no del todo.
Ahí está la plaza:
de un lado,
las calles
abiertas,
pobladas de voces,
de palabras;
del otro,
el fuego, el cemento,
la indiferencia,
el dinero que late
en el centro,
como una boca
hambrienta.

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