7 de mayo de 2018

Anoche, por fin, terminé de ver una película francesa (no es lo mío, ya lo dije) que me habían recomendado en Netflix: Je ne suis pas un homme facile. Estaba dirigida por una mujer y la idea general me había gustado: mostraba un mundo al revés, en el que las mujeres tienen todo el poder y los hombres nada y por lo tanto, se les obliga a aceptar mil cosas: aprietes y violaciones, manoseos; se tienen que depilar porque a las mujeres les gusta así; se sientan a charlar sobre las infidelidades de las mujeres; las mujeres andan por ahí en tetas pero los hombres tienen que estar bien cubiertos; etc, etc. La idea era buena pero la película (como suele pasarme con lo francés, perdón si hiero susceptibilidades, pero de nuevo, es una cuestión de gusto, no estoy bajando línea ni nada) me pareció demasiado larga, insistente y lenta. El final sí, la vuelta al mundo tal como es ahora, me gustó enormemente, un hallazgo...: la mujer que despierta de pronto en un mundo al revés que el suyo (como antes le pasó al protagonista masculino) se encuentra con una marcha de defensa de las mujeres y ahí ve al hombre, muy cambiado después de su viaje hacia el no poder... Buena idea. Algunos diálogos buenos..., alguna sonrisa. No mucho más (para mí).

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