27 de junio de 2018

Con alegría y cierta vergüenza..., digo, porque es auto bombo, ahí va lo que dice una persona que me tuvo de profesora:

A mí atravesar tus clases (en realidad, eran tus clases las que me atravesaban a mí) me cambió la cabeza, la forma se entender la literatura y la forma de escribir. Además, siempre te sentí un poco distinta, un poco rara (en el mejor sentido de la palabra), un poco fuera de lugar entre tanto erudito arrogante (y lo digo así, en masculino) siempre listo a cagarnos a palos con el canon puro y duro. Tu sabiduría era distinta, era de África, de los poetas que nadie más ponía en los programas, de los esclavos, de los indios y las indias de la resistencia... Por eso me da tanta bronca que tengas que jubilarte a la fuerza. Porque intelectuales tan valiosos deberían tener que ser retenidos, tentados con mejores condiciones para que no se vayan, como sucede en otros lugares. Entonces me pregunto lo mismo que contaste (con otro sentido, pero que me voy a permitir resignificar acá) en un seminario, hace años: "si cerramos las ventanas, ¿Cómo van a entrar los pájaros?"

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