27 de junio de 2018

También hay que decir lo bueno: acabo de leer las evaluaciones de mis alumnos de Facultad. Un curso chico (demasiado para mi gusto, me gustan los grupos de más de diez personas y ellos eran entre 8 y 10, a veces menos), con muchos extranjeros a los que, pobres, les costó adaptarse a mi manera informal y rápida de hablar (disculpas por eso, nunca supe hacerlo de otra forma). 
Me escribieron maravillas. Me hicieron sentir muy bien. Entendí que estas lecturas (supongo que más que yo, los libros, quiero decir) les abrieron la mirada sobre el mundo y ¿qué más puedo pedir yo? Me hizo sentir que, por lo menos, que mi paso por Filo, mi facultad amada a pesar de todo, no fue del todo para nada..., que dejo algo ahora que me estoy yendo (a menos que la Facultad decida volver a tomarme..., cosa que me gustaría y mucho). Me guardo los comentarios, claro. Las cosas buenas hay que atesorarlas.

No hay comentarios: