4 de agosto de 2018

Para mí es así: el lenguaje (lo dije varias veces) dejó de corresponderse con la realidad. Ellos, los que están en el gobierno no quieren que haya ninguna correspondencia. Entonces, como los marcos críticos que no me gustan (perdón a las terceras partes de Puán, pero no digo nada nuevo, ya se sabe que estoy en otra vereda), lo que hacen es decir que no hay conexión alguna entre narración y mundo, entre significado y significante, entre lenguaje y "realidad". Así que yo puedo decir lo que quiera y siempre va a estar bien. Eso, llevado al extremo, es los cuadernos invisibles, la mejoría invisible, los crímenes que no se hicieron y los que sí pero como no se dicen, no existen.
Es magia, pero de la mala. Magia bien... no, no quiero decir "negra" (porque es un mal uso de la palabra "negro" por cierto) pero sí magia bien mala. Sacudo unas cuantas palabras por allá y otras por acá, desvío la vista y listo... Todo está bien. Lo repito hasta volverme loco (como esos juegos de palabras donde no se termina nunca)...
El problema, el verdadero problema, es que la realidad, el mundo, el significado... existen y están ahí. El hambre, el frío, la vida peor que sentimos todos (y mucho más los que no tienen los privilegios que tenemos algunos). Están ahí. Pero de alguna forma, las palabras tratan de taparlos. Por eso es esencial crear mundos, hechos que no se puedan tapar con nada. El tsunami verde. Las marchas a Plaza de Mayo. Los paros.

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