15 de diciembre de 2018

Bueno, hoy 15 de diciembre, lo hice. Me faltaba tirar todos mis cuadernos de notas, los papelitos que usaba en clase (todo menos las fichas porque quiero seguir dando clase; menos las fichas que son mi base de clase, nada de Power Point, y, claro, las notitas de evaluación de mis clases de los alumnos, algunitas malas y otras muy buenas, la mayoría debo decir: esas me las guardé para releerlas algún día), las carpetas viejas, las monografías que nunca vinieron a buscar..., todo eso. Los estantes de ese lado del armario quedaron raramente ordenados (por poco tiempo, espero). No quise hacerlo en julio (el primer mes después de la jubilación, en el que todavía iba a tomar examen porque sí, porque quería) ni hasta ahora porque tenía miedo de deprimirme. Hoy lo hice por fin y no porque estoy bien. Al contrario, porque creo que toqué un piso, transitorio supongo, una especie de estante, en lo mal que me siento por la jubilación así que supuse que no podía ser peor. Tuve razón: no me molestó demasiado. Yo siempre amé tirar las cosas que no uso. Siempre. Soy de las que no guardan. Hoy, no tanto. La sensación es el alivio de siempre al tirar y al mismo tiempo la rabia por tener que hacerlo. Por suerte, el verano está acá..., un verano sincero y abierto, con calor, con sol, con luz..., como me gustan. Este fue un año malo (con sombras, sombras, sombras y alguna luz, claro, nada es totalmente malo nunca) y yo quiero que se termine y que el próximo sea mejor... Aunque fuera un cachito mejor. Sin traducción, sin libro ya escrito para pasar con apuro a la compu (esas dos cosas las terminé hace una semana apenas y no fue bueno terminarlas), pensemos en las vacaciones. Mientras tanto, hoy, para sentir que las vacaciones son eso, vacaciones solamente, ya estoy planificando un libro académico más, uno más solamente... Tengo material para eso: así que, en lo que de mí depende, sigo.

No hay comentarios: